miércoles, 30 de abril de 2008

El sol cubria los ojos que decian te quiero


Se escucha el respirar acelerado de un joven que parece tener prisa por llegar. Corre y cuando llega abre la ventana de par en par y deja entrar la luz y el aire del nuevo día.
Inspira como quien quiere saborear el aire con el sentido equivocado y paladear la brisa que le encharca los pulmones de un perfume que aguardaba, algo muy familiar, quizás demasiado.

- Elda!- dice apoyandose en el alféizar de la ventana como para darle una sorpresa- Sabia que hoy estarías bajo mi ventana

La felicidad envolvía las palabras del joven, pues su carrera había merecido la pena. Muchos se preguntan porque si tanto quería verla no bajaba hasta tenerla de frente, pero la razón era tan simple como el uso de un abanico. Solo abrir y después agitar hasta crear el aire, así de sencillo. La verdad pues sea dicha es que al joven le gustaba verla desde arriba, desde las alturas y agachar la mirada para intentar adivinar que decían sus labios justo detrás del abanico que esta portaba. Digamos que era solo un juego de niños, pero el arte de este juego solo puede observarse cuando lo haces desde el punto de vista de aquellos que participan en el.

- ¿Elda estas lista? -decia sonriente, mientras se desvivía por ver una sonrisa dibujada en el rostro tras elabanico de encaje y de palillos plateados- Si no hablas es que si ¿Verdad?

El sonido de la apertura del abanico rompe el silencio de la joven de ojos como los rayos de sol, que apoya el abanico en su mejilla derecha. Su gesto es frio, casi sin expresión pero su pulso es firme y su mirada es segura y certera.

- Venga por favor...¿Es que no te fias de mi? - dice al no ver sus labios moverse.

Primero se aparta el pelo de la cara para poder verle mejor, ya que el viento se levanto juguetón aquella mañana, acto seguido coloca el abanico en sus labios y baja la mirada.

- Eso es trampa ¿lo sabes? -le república con dulzura- Aun asi, cada dia te entiendo mejor...Elda...

El viento desaparecio en aquel instante y ella aun con el abanico en los labios, vuelve a dejar ver en esa mirada triste, el deseo de decir lo que ya ha dicho con el abanico, pero aun asi y percatandose de que el mira al cielo, abre el abanico entero y cubre sus ojos con el, supuestamente para que no le moleste el sol de aquella mañana como tantas otras que dice lo que siente, sin necesidad de usar sus labios para pronunciar palabras que el viento se lleve.