viernes, 10 de junio de 2011

~ Tras las cortinas ~


De entre el satén emergía una sonrisa agridulce. Sus labios de algodón humedecían las flores pintadas con su aliento y sus hojas crecían hasta lo alto de aquellas cortinas tras el balcón transparente. Pegando el cuerpo a ellas, movió los brazos para crear el viento y la danza mientras sus ojos se perdían intentando enfocarle.

Al otro lado, la sombra del amor se hizo más grande conforme se acercaba a su luz. El rosa de las cortinas pasó a violeta y las manos ásperas parecieron rasgar la tela, antes de abrazarla.

- Elda...- su voz parecía quebrarse por segundos- no vuelvas a jugar así conmigo...

El silencio se hizo más tangible que el azúcar en el café de la tarde, y la herida de ausencia tan profunda que nada pudo cicatrizarla.

- Si me amaras, si lo hicieras de verdad... no necesitarías nada más en este mundo. Todo te sobraría, todo... -susurro a sus oídos, mientras que ululaba como el viento, directamente a sus labios.

Desde la lejanía, desde el fondo de la habitación, los ojos incrédulos creyeron ver como Marccelo abrazaba a una dama esbelta que lucia un vestido de vuelo rosa palo. Sus cabellos debieron perderse entre los dedos de este, mientras la besaba apasionadamente, con una mano colocada en su cintura de avispa. Pero... ¿Qué había realmente detrás de la cortina?

jueves, 9 de junio de 2011

... [Regreso]



Solo cuando el cristal es soldado por lágrima,s se abre el portal, reduciéndose el mundo de Harmuna al todo y la nada. La sombra de Marcello se alejó, dejando a las voces -hasta ahora sin acordes- con sonrisas en sus rostros.
Las personas pueden estar estancadas dentro de si mismas, pero jamás deberían estar así en sus sueños. Y fue aquí, en este justo instante, que se abrieron sus ojos y sus labios, volviendo a pronunciar...


" Porque mi voluntad es tan fuerte como la tuya y mi reino igual de grande...- completada con voz de plata la última parte- he nacido para amarte..."

miércoles, 29 de julio de 2009

Bajo mi techo infinito

Había escuchado tras de su nuca un aliento calido, a la vez de invisible. Como el llanto que calla para no alarmar a quien te sabe herido por sus palabras. Así Harmuna se puso de nuevo en pie, sostenida sobre las puntas de sus pies. Flaqueaba al entreabrir lo labios para pronunciar el nombre manchado con música a aguda de violonchelo.

De forma inconsciente echó las manos hacia atrás, rozando por primera vez la capa rígida de su propia burbuja.

“¿Cristal?” –decía mientras que rozaba con los dedos el frio cristal, friccionando con las yemas de sus dedos, haciendo un sonido incluso molesto, queriendo cerciorarse de la realidad tras de ella.

Muerta de miedo al no querer dar un tras pies se apoyó casi por completo en el cristal tras ella, viendo de forma casi nublada en mañana de otoño una joven tras este.

“¿Quién eres tu?” – Pegando las manos al cristal, como cuando una niña se mira al espejo al pintarse por primera vez los labios con carmín. No hubo respuesta, nada parecía querer hacer despertar a aquella de ojos cerrados tras la pared de su propio laberinto, mas su corazón se inquietó un instante. Miró entonces al otro lado sabiéndose atrapada, enjaulada y acorralada, ya sin haber mas sinónimos Harmuna inspiró a los demás lados y volvió a ver a otras dos chicas en los laterales, como si cada casilla del tablero estuviera cubierta por tres paredes de cristal invisibles, que la llevaran de forma irremediable al centro pero… ¿Cómo llegar al centro del laberinto?

“Por increíbles peligros e innumerables fatigas… me he abierto paso…” -Su voz se cortó de golpe y alguien pareció seguir la frase hace tanto pronunciada y su piel se erizo como si le congelaran el alma y dejando escapar lo que parecía un gemido pronuncio- “Sobre mí…”